
La mayoría de los consumidores
damos por hecho la existencia de un lápiz. Normalmente, nos basta con acudir a
la papelería más cercana para comprar uno a cambio de una pequeña cantidad de
dinero, sin detenernos a pensar en el proceso que se tiene que llevar a cabo
para finalmente poder contar con este utensilio. ¿Cómo se hace? ¿Quiénes lo
hacen? ¿Dónde se hace?
Producir un lápiz es un proceso muy
complejo. Y a diferencia de lo que podríamos pensar, este proceso no inicia en
la fábrica donde se ensamblan sus principales componentes. El grafito de la
punta –por ejemplo– inicia su proceso en lugares lejanos. Se requiere del esfuerzo
de los mineros y de muchos otros que producen las herramientas que hacen
posible la extracción del grafito. Si queremos darle crédito a todos no podemos
detenernos aquí. Deberíamos mencionar a quienes meten el grafito en bolsas de
papel para su transporte; a quienes elaboran las bolsas de papel en las cuales
se transporta el grafito; a quienes empacan las bolsas con el grafito en cajas
de cartón; a los estibadores que cargan las cajas al interior de grandes
contenedores; a quienes operan la grúa que sube y baja los contenedores a las
plataformas de los tracto camiones o a los barcos… En fin, creo que notará
usted mi punto. Pero recuerde que estamos hablando únicamente de la punta de
grafito del lápiz. No olvide la madera, el barniz, el metal, la goma de borrar
y el grabado con la marca o etiqueta. ¡Ah! Y por favor… tampoco olvide al
encargado de la tienda, su misión es sumamente importante: entrega el lápiz a
su beneficiario final, es decir, a usted.

¿Qué provoca que miles de personas,
en diferentes partes del mundo, se organicen en una red tan vasta de
colaboración? La realidad oculta detrás de la magia es que todas estas personas
se organizan a través del mercado y el comercio, gracias a las operaciones
comerciales y a los distintos mercados.